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Smart Cities


"La transformación digital de las ciudades no depende de la tecnología, sino de las personas"

Entrevista a Jose Antonio Ondiviela, director del Instituto de Investigación en Ciudades Inteligentes de la Universidad Francisco de Vitoria y asesor tecnológico del Ayuntamiento de Zaragoza.


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La transformación digital de las ciudades españolas avanza a buen ritmo, impulsada por el desarrollo de soluciones inteligentes orientadas a mejorar la gestión urbana, la eficiencia de los servicios públicos y la calidad de vida de los ciudadanos. Pero, más allá de la tecnología, el verdadero motor de este cambio está en las personas: en el liderazgo político, la capacidad técnica y la formación de los equipos.

Sobre estos desafíos —y sobre el papel del talento, la innovación y la inteligencia artificial en la construcción de la ciudad del futuro— conversamos con José Antonio Ondiviela, director del Instituto de Investigación en Ciudades Inteligentes de la Universidad Francisco Victoria y asesor tecnológico del Ayuntamiento de Zaragoza. A lo largo de esta entrevista, analiza la situación de las ciudades españolas en materia de digitalización, el modelo de transformación que impulsa Zaragoza con su plan Zityverse, los retos de gobernanza y las tendencias que marcarán el futuro digital urbano.

 

¿Cómo describiría la situación actual de las ciudades españolas en materia de transformación digital e innovación urbana? ¿Estamos avanzando al ritmo adecuado respecto a Europa o al resto del mundo?

En general, las ciudades españolas están en un muy buen nivel de incorporación tecnológica a escala internacional. Es cierto que algunas ciudades nórdicas —como Copenhague, Ámsterdam o Helsinki— nos superan, y también otras con presupuestos desorbitados, como Doha, Dubái o Singapur. Pero justo detrás de ellas se sitúan las ciudades españolas, que han sabido aprovechar bien las oportunidades de digitalización.

 

"Cuando desde la alcaldía existe liderazgo e impulso innovador, se nota en toda la organización: se aprueban proyectos, se atrae"

 

Las que más destacan son aquellas con un liderazgo político claro y una apuesta decidida por la innovación, como Madrid, Valencia, Santander o Zaragoza. Y es que el liderazgo es determinante. En un ayuntamiento hay tres niveles: la alcaldía y sus asesores; los directores y responsables técnicos; y los funcionarios. Si el liderazgo político no impulsa el cambio, no hay nada que hacer. Pero cuando desde la alcaldía existe una visión innovadora, se nota en toda la organización: se genera impulso, se aprueban proyectos y se atrae talento.

También influye mucho la actitud de los equipos técnicos y de los funcionarios. Hay quienes se conforman con mantener lo que ya hay y otros que realmente quieren hacer las cosas mejor y aprovechar las nuevas tecnologías. Cuando se combinan ambos factores —liderazgo y talento profesional—, las ciudades logran avanzar de forma muy significativa.

En ese contexto, las ciudades españolas están desarrollando equipos muy sólidos y profesionales altamente capacitados, lo que se traduce en mejoras reales: servicios más eficientes, una relación más fluida con el ciudadano y un mayor atractivo urbano para residentes y visitantes.

No estamos, en absoluto, en mal lugar. Además, hay que tener en cuenta que hablamos de tecnologías digitales, muchas de ellas de bajo coste o de código abierto, por lo que la clave no es tanto la inversión económica como el capital humano. Con buenos profesionales y talento técnico, se pueden hacer grandes cosas sin necesidad de enormes presupuestos. En definitiva, el futuro de la transformación digital de las ciudades españolas depende más de las personas que de la tecnología.

 

Zaragoza se está posicionando como una ciudad pionera en proyectos de transformación digital y smart city, con iniciativas como el gemelo digital urbano, la aplicación de inteligencia artificial en la atención ciudadana o la apuesta por la autosuficiencia energética. Desde su experiencia como asesor tecnológico del Ayuntamiento, ¿qué aspectos considera que realmente diferencian a Zaragoza en este ámbito y la convierten en un modelo a seguir?

Zaragoza es una ciudad media muy representativa del conjunto de España. De hecho, muchas empresas la utilizan como referencia: si un producto funciona en Zaragoza, suele funcionar en todo el país. Y ahora mismo la ciudad está en uno de los momentos más dulces de su historia: combina una potente atracción tecnológica y una sólida apuesta por la sostenibilidad con una estructura urbana compacta, segura y bien conectada, ofreciendo además una excelente calidad de vida y un coste asequible que la convierten en una de las ciudades más equilibradas y atractivas de España.

El gran factor diferencial es el liderazgo político y técnico. Contamos con un equipo municipal muy preparado y con una alcaldesa decidida a ofrecer los mejores servicios posibles a la ciudadanía, sin escatimar en medios humanos ni materiales. Ese impulso desde la dirección es esencial para que la innovación cale en toda la organización y no se quede en proyectos aislados.

 

"Lo más importante no es la inversión, sino el talento. Con buenos profesionales y buenos cerebros, incluso con recursos limitados, se pueden lograr avances muy significativos. El futuro de la transformación digital de las ciudades españolas depende más de las personas que de la tecnología"

 

En el plano digital, Zaragoza ha desarrollado un plan integral de transformación, Zityverse, estructurado en cinco grandes pilares, todos ellos basados en inteligencia artificial:

  1. Comunicación con el ciudadano. A través de chatbots inteligentes que mejoran la atención y la escucha activa.

  2. Optimización interna. Aplicación de IA para agilizar los procesos administrativos y aumentar la eficiencia del personal.

  3. Gestión del medio físico. Gestión de datos y la creación de gemelos digitales, que permiten planificar y mantener mejor la ciudad.

  4. Ciudad social. Entender a los ciudadanos y darles lo que necesitan. Por ejemplo, con el desarrollo de un mapa de vulnerabilidad con más de 50 indicadores por distrito, que ayuda a anticipar necesidades sociales.

  5. Innovación y metaverso. Uso de tecnologías inmersivas y lúdicas para reforzar la comunicación con los ciudadanos.

Con estos cinco pilares —centrados en las personas, la administración, el territorio y la dimensión digital más avanzada—, Zaragoza está sentando las bases de un modelo de ciudad inteligente que combina eficiencia, inclusión y sostenibilidad.

 

También, desde la Universidad Francisco de Vitoria dirige el Instituto de Investigación en Ciudades Inteligentes, centrado en analizar cómo la innovación urbana puede mejorar la vida de los ciudadanos. ¿Cuáles son las principales conclusiones que extrae de este trabajo y cómo pueden aplicarse a las ciudades españolas?

Así es. En el instituto desarrollamos distintos proyectos de investigación, pero nuestra labor principal se centra en el Observatorio Mundial de Ciudades Atractivas para el Talento. Se trata de un estudio comparativo en el que analizamos 175 ciudades de todo el mundo para medir su capacidad de atraer y retener talento.

Publicamos un informe anual —acabamos de completar la quinta edición y en noviembre saldrá la sexta— en el que evaluamos las ciudades a partir de unos 120 indicadores, que abarcan desde factores emocionales —”me gusta o no la ciudad”— hasta racionales: calidad de vida, servicios, digitalización, oportunidades profesionales o coste de vida. Con todo ello elaboramos un ranking y una radiografía de cada ciudad, con el objetivo de ofrecer información útil a los responsables urbanos para orientar sus estrategias.

 

"El plan de transformación digital Zityverse de Zaragoza se apoya en cinco pilares basados en inteligencia artificial: ciudadanía, funcionarios, ciudad física, ciudad social y metaverso"

 

Las ciudades españolas ocupan muy buenas posiciones. Esto se debe, sobre todo, a una tendencia global que da cada vez más peso a la calidad de vida frente al salario. El dinero sigue siendo importante, claro, pero para el talento joven no lo es todo. Si puedes vivir bien, con servicios públicos de calidad y equilibrio entre vida profesional y personal, no te marchas simplemente porque te paguen un poco más. En ese sentido, Zaragoza es un ejemplo claro: una ciudad con una calidad de vida excepcional, bien conectada, segura, con un coste de vida razonable y una oferta tecnológica y de servicios muy competitiva.

A escala global, el panorama es muy diverso. Las ciudades estadounidenses están sufriendo las consecuencias de la inflación y la menor inversión en sostenibilidad, mientras que en Europa muchas urbes mantienen una alta calidad de vida, pero se enfrentan a problemas como el coste de la vivienda, la conflictividad social o la presión fiscal. Al mismo tiempo, los tigres asiáticos y los Emiratos Árabes avanzan con fuerza gracias a su capacidad económica, aunque con modelos urbanos y sociales muy diferentes.

En contraste, algunas ciudades latinoamericanas —como Medellín— están demostrando que la transformación digital no siempre requiere grandes inversiones: con estrategias bien diseñadas, incluso municipios con recursos limitados pueden mejorar notablemente sus servicios públicos y la calidad de vida de sus ciudadanos.

 

Desde su experiencia, ¿cuáles son hoy los principales retos que enfrentan los municipios en el proceso de transformación digital de sus servicios urbanos? ¿Y qué barreras externas siguen dificultando el despliegue de proyectos de ciudad inteligente en España?

El primer gran reto es cómo incorporar la inteligencia artificial sin comprometer la confidencialidad de los datos ni la identidad de las personas. Tenemos que aprovechar todo su potencial, pero sin perder de vista la ciberseguridad ni los principios éticos.

Otro desafío importante es la renovación generacional en la administración pública: la mitad de los funcionarios se jubilará en los próximos diez años. Es imprescindible preparar ese relevo, y hacerlo en paralelo a la adopción de nuevas herramientas digitales.

 

"La ley de contratación pública es hoy uno de los mayores frenos al progreso tecnológico: excesivamente garantista y con plazos incompatibles con el ritmo de la innovación. La inteligencia artificial evoluciona cada semana, pero los procesos de licitación puede durar hasta nueve meses. Es evidente que los tiempos no encajan"

 

A esto se suma un problema crítico: la formación del personal municipal. Muchos empleados carecen de las competencias digitales necesarias o muestran resistencia al cambio. Y no basta con dotar de tecnología si no hay formación. Es como regalar un Fórmula 1 a quien no sabe conducir: el resultado será el mismo.

La gestión de los recursos humanos en un ayuntamiento es además muy compleja: hay que equilibrar escalas, baremos, competencias, sindicatos… y eso hace que conseguir el talento adecuado para manejar una ciudad sea una tarea realmente difícil. En realidad, el mayor obstáculo no es la tecnología, sino las personas. Si tienes equipos capacitados y motivados, la tecnología no es cara y puede lograr resultados extraordinarios. Pero sin ese capital humano, no sabrás ni siquiera qué comprar o cómo implantarlo.

Desde una perspectiva más estructural, el principal freno está en la ley de contratación pública, excesivamente garantista y con plazos incompatibles con el ritmo de la innovación. Cuando la tecnología contratada llega, muchas veces ya está obsoleta. La inteligencia artificial evoluciona cada semana, pero un proceso de licitación puede durar nueve meses. Es evidente que los tiempos no encajan.

Necesitaríamos una normativa más flexible, pero nadie se atreve a modificarla por miedo a que se interprete como un retroceso en la lucha contra la corrupción. Es un equilibrio complejo: una ley más estricta evita malas prácticas, pero también paraliza la innovación.

Como ya dijo el alcalde de Dublín, “Procurement kills smart cities”. Y es verdad: los procesos de contratación pueden llegar a frenar el desarrollo de las ciudades inteligentes.

Por último, otro de los grande retos la fragmentación tecnológica que todavía persiste en muchos ayuntamientos, donde cada área —movilidad, urbanismo, energía o medio ambiente— desarrolla sus propios sistemas sin una estrategia común. Para superarla, el primer paso vuelve a ser el liderazgo. Si el director de tecnología cuenta con el respaldo y el mandato político para liderar la transformación digital, lo que toca es “poner orden en casa”: definir una estrategia única, establecer criterios comunes y garantizar que todas las herramientas encajen en un mismo plan de ciudad.

No se trata de que cada departamento impulse proyectos de forma aislada o improvisada. Las soluciones digitales deben alinearse con el plan de transformación global y seguir los procedimientos adecuados. Las aplicaciones para urbanismo, por ejemplo, tienen que encajar con la estrategia del plan digital y salir a concurso público como es debido. Solo así se evitan duplicidades, incompatibilidades y conflictos de interés, que acaban generando más hilos desconectados y mayor complejidad para el ciudadano.

La clave, por tanto, está en unificar criterios y reforzar la gobernanza tecnológica, para que cualquier nueva iniciativa sume al conjunto y no lo fragmente. Porque esa falta de coordinación acaba trasladándose al propio ciudadano, que termina saltando de departamento en departamento para resolver algo que debería estar integrado.

En este proceso, la transparencia es fundamental. La confianza se gana cuando el ciudadano ve resultados. Si un ciudadano te avisa de una papelera rota y a la semana recibe una foto con la papelera reparada y un mensaje de agradecimiento, significa que, como administración, escuchas, actúas y solucionas. Eso genera credibilidad, confianza y orgullo de ciudad. En definitiva, no se trata de política, sino de gestión: gente preparada y con voluntad de hacer las cosas bien.

 

"La fragmentación tecnológica solo se supera con liderazgo: hay que “poner orden en casa”, unificar criterios y garantizar que todas las herramientas encajen en un mismo plan de ciudad"

 

Y en el lado más positivo, ¿qué oportunidades se están abriendo para los municipios, especialmente los de tamaño medio o pequeño, a la hora de avanzar en innovación, integración tecnológica y sostenibilidad?

Las oportunidades son enormes. Los municipios de tamaño medio o pequeño tienen una ventaja competitiva clara: su agilidad. Con presupuestos moderados pueden implantar sistemas tecnológicos muy avanzados y ofrecer servicios públicos de gran calidad. A diferencia de las grandes ciudades —que cuentan con más recursos, pero también con estructuras más complejas—, los municipios medianos pueden reaccionar rápidamente, modificar procesos internos o adaptar normativas sin las trabas administrativas que ralentizan a los grandes.

Además, hay financiación disponible. Existen fondos europeos y nacionales —como los Next Generation EU— que ofrecen recursos importantes. El problema no está en el dinero, sino en la capacidad de gestión y ejecución. Una parte significativa de esos fondos no se va a ejecutar por falta de talento técnico, por la burocracia excesiva y por procesos administrativos lentos. En consecuencia, se devolverán millones de euros que podrían haberse aprovechado para proyectos innovadores.

Aun así, los ayuntamientos que han tenido visión y equipos preparados ya están viendo resultados. El ciudadano percibe mejoras reales: trámites más ágiles, servicios digitales más eficientes y una atención más rápida, muchas veces apoyada en inteligencia artificial.

También se nota en la gestión física de la ciudad, donde las decisiones ya no se toman al azar. Si se planta un árbol o se poda un seto, es porque los datos indican que es lo que conviene hacer. Esa planificación basada en información y análisis aporta eficiencia, coherencia y transparencia.

En definitiva, los municipios que combinan tecnología, agilidad y talento humano están marcando la diferencia y demostrando que la innovación no depende del tamaño, sino de la capacidad para ejecutar con inteligencia.

 

En este proceso de transformación digital, ¿qué papel considera que debe jugar la colaboración entre administraciones públicas, universidades y empresas tecnológicas? Usted que trabaja en todos esos ámbitos, ¿cómo valora la situación actual?

La colaboración con la universidad es fundamental. A través de convenios y proyectos conjuntos, la universidad —junto con los fondos de investigación— está ayudando a las ciudades a entender y aplicar las últimas tecnologías. Ese trabajo conjunto está funcionando muy bien.

En cambio, la cooperación entre administraciones públicas sigue siendo una asignatura pendiente. En la práctica, hay muchas barreras legales y reticencias a compartir datos o información. Se habla mucho de colaboración interadministrativa, pero lo cierto es que cada organismo sigue trabajando por su cuenta. Más allá de los congresos o los foros donde se intercambian ideas, la colaboración real —la de compartir recursos o soluciones técnicas— apenas se produce.

En cuanto a la colaboración público-privada, sí existen ejemplos positivos, sobre todo en proyectos de formación o en acuerdos vinculados a la gestión de espacios o servicios urbanos, donde las empresas tecnológicas aportan valor. Son fórmulas legales y transparentes que funcionan. Ahora bien, la realidad es que este tipo de colaboración todavía es escasa, y debería impulsarse mucho más si queremos avanzar de forma ágil hacia modelos de ciudad verdaderamente inteligentes.

 

En los últimos años hemos visto un gran salto en innovación tecnológica, pero ¿qué tendencias o tecnologías considera que marcarán realmente la diferencia en esta nueva etapa de transformación urbana?

Sin duda, todo lo relacionado con la inteligencia artificial. Y no hablo ya de modelos como GPT, que empiezan a quedarse obsoletos, sino de una nueva generación de sistemas conocidos como agentes de inteligencia artificial, o Agentic AI. Estos agentes funcionan como asistentes personalizados. En el ámbito público, un funcionario podría contar con un agente que revisara la documentación de un expediente, detectara los errores y validara los requisitos en segundos, algo que hoy puede tardar semanas.

Esto permite procesos administrativos mucho más rápidos, eficientes y transparentes, liberando a los empleados públicos para tareas de mayor valor añadido. No se trata de sustituir personas, sino de ayudarlas a trabajar mejor.

Además de la inteligencia artificial, destacaría otras tendencias muy claras: la movilidad aérea mediante drones, el avance de las ciudades adaptadas al envejecimiento de la población —las llamadas age-friendly cities— y una evolución del concepto de sostenibilidad hacia la resiliencia urbana. Ya no se trata solo de ser sostenibles, sino de estar preparados para los retos que vienen.

Por último, el factor verde seguirá siendo decisivo. Ninguna ciudad podrá competir sin un compromiso real con la sostenibilidad y la gestión ambiental. En Europa, el modelo de desarrollo urbano estará cada vez más condicionado por esa exigencia.

 

A la vista de todas esas tendencias que empiezan a consolidarse, ¿hacia dónde cree que evolucionarán nuestras ciudades en los próximos años? ¿Cómo imagina usted la ciudad del futuro en términos de digitalización y calidad de vida, especialmente en el caso de España?

Soy optimista. La ciudad del futuro será más automatizada en algunos aspectos, pero también más humana en otros. La tecnología va a liberar a muchas personas de tareas repetitivas o físicas para que puedan centrarse en funciones donde el componente humano es esencial, como los servicios sociales o la atención a las personas.

Todo lo que tiene que ver con el entorno físico —mantenimiento urbano, limpieza o logística— estará cada vez más robotizado. Veremos robots limpiando las calles por la noche, realizando trabajos que hoy nadie quiere hacer, lo que permitirá tener ciudades más limpias, seguras y sostenibles.

También presenciaremos una movilidad mucho más aérea y eléctrica, con drones complementando el transporte de mercancías. Si hoy en ciudades como Madrid circulan decenas de miles de furgonetas cada mañana, en el futuro buena parte de esos desplazamientos se sustituirán por drones eléctricos que repartirán los mismos paquetes de forma más rápida y sin emisiones.

Y hay otro aspecto clave que me preocupa: la energía. España puede convertirse en la batería de Europa, pero para ello necesitamos un plan nacional que refuerce la red eléctrica y permita transportar la energía renovable que producimos. De nada sirve generar si no podemos distribuir. Igual que tenemos buenas autopistas digitales, ahora necesitamos autopistas de energía que sostengan la ciudad del futuro.

En resumen, la ciudad del futuro será una ciudad más eficiente, limpia y habitable, donde la tecnología automatice lo necesario y, al mismo tiempo, devuelva a las personas el protagonismo en los ámbitos sociales y comunitarios.

 

"La ciudad del futuro será más automatizada en algunos aspectos y más humana en otros. Todo lo que tiene que ver con el entorno físico —mantenimiento urbano, limpieza, logística…— estará cada vez más robotizado, mientras que las personas se liberarán de tareas repetitivas para centrarse en funciones donde el componente humano resulta esencial"

 

Para cerrar, ¿qué mensaje trasladaría a aquellos alcaldes, concejales y equipos técnicos de municipios más pequeños o con menos recursos que quieran iniciar con garantías un proyecto de smart city? ¿Por dónde deberían empezar?

Mi recomendación es clara: copiar sin complejos los planes de las ciudades grandes, tomarlos como referencia y adaptarlos a la realidad y a la escala de cada municipio. La prioridad, nuevamente, debe ser la formación: invertir primero en capacitar al equipo para que tenga claro qué quiere hacer y cómo hacerlo. La tecnología y la financiación llegarán, pero de poco sirven si antes no hay una visión definida y un equipo preparado para ejecutarla.


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