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Urbanismo


La escala intermedia: cómo los gestos mínimos transforman la ciudad

Reflexiones sobre las intervenciones tácticas y su papel en la regeneración urbana contemporánea

La escala intermedia: cómo los gestos mínimos transforman la ciudad
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Por Diana Maján, Arquitecta y especialista en comunicación de arquitectura.


En la última década, la transformación urbana en España ha comenzado a operar en una nueva escala. Entre el planeamiento general y la intervención arquitectónica existe un territorio intermedio - técnico, táctico y operativo- que redefine la manera en que entendemos la ciudad. 

Esta “escala intermedia” se ha convertido en un espacio de innovación y gestión donde los proyectos de pequeña inversión, pensados con precisión y ejecutados con rapidez, consiguen activar transformaciones visibles, medibles y, sobre todo, replicables.

En un contexto donde las administraciones buscan actuar bajo criterios de sostenibilidad y eficiencia, las intervenciones tácticas ofrecen una herramienta eficaz para ensayar soluciones antes de consolidarlas de forma definitiva. No se trata de actuaciones improvisadas, sino de una metodología urbana basada en la observación, la reversibilidad y la evaluación. Frente a la lentitud de los grandes planes o el alto coste de las obras integrales, estas estrategias permiten introducir mejoras incrementales que mejoran el espacio público y generan datos útiles para la toma de decisiones.

 

En un contexto donde las administraciones buscan actuar bajo criterios de sostenibilidad y eficiencia, las intervenciones tácticas ofrecen una herramienta eficaz para ensayar soluciones antes de consolidarlas de forma definitiva

 

El proyecto Madrid 2050, impulsado por el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid junto a ASPRIMA y Forética, representa precisamente ese marco de trabajo estratégico. Concebido como una plataforma técnica y colaborativa, busca monitorizar la transformación urbana de la región metropolitana y anticipar respuestas frente al crecimiento demográfico, el cambio climático o la desigualdad habitacional. Su objetivo es establecer indicadores de impacto y metodologías comunes que permitan coordinar políticas públicas y privadas de vivienda, movilidad, espacio público y rehabilitación.

Este tipo de planificación a largo plazo encuentra en las intervenciones tácticas su contrapunto operativo. Los proyectos de escala intermedia actúan como campo de prueba para esas estrategias: permiten evaluar cómo las políticas de habitabilidad, movilidad o regeneración se traducen en resultados tangibles en la vida cotidiana.

Ejemplos como el Eje Consell de Cent en Barcelona o la Trenza Urbana en Torre Pacheco  (Murcia) demuestran cómo una intervención limitada en alcance puede tener un impacto estructural en la percepción y el uso de la ciudad. En el Ensanche barcelonés, la reconfiguración de una calle de tráfico intenso en un corredor peatonal continuo ha materializado un cambio de paradigma en la gestión del espacio público. Con una sección estándar de veinte metros, el proyecto sustituye la jerarquía rígida de calzada y aceras por una plataforma única que prioriza la estancia frente al tránsito, integrando pavimentos permeables, mobiliario y vegetación en varias cotas. La doble alineación arbolada y el tratamiento homogéneo de los chaflanes como plazas locales generan un paisaje urbano coherente, reconocible y climáticamente confortable.

Su valor no radica solo en la calidad del diseño, sino en su carácter replicable y medible: cada tramo actúa como un módulo que puede extrapolarse a otras calles del Ensanche, extendiendo el modelo sin grandes inversiones. 

 

Ejemplos como el Eje Consell de Cent en Barcelona o la Trenza Urbana en Torre Pacheco  demuestran cómo una intervención limitada en alcance puede tener un impacto estructural en la percepción y el uso de la ciudad

 

En paralelo, la Trenza Urbana de Parra Arquitectos y DMDT Arquitectura, en el municipio murciano de Torre Pacheco, reorganiza una calle prioritaria para vehículos mediante recorridos trenzados, mobiliario modular y vegetación autóctona, generando un nuevo equilibrio entre movilidad y convivencia. Ambos casos comparten la misma lógica: actuar con lo mínimo necesario para obtener el máximo efecto urbano y social.

Frente a la monumentalidad o la obra definitiva, este tipo de operaciones se articulan como prototipos urbanos: intervenciones reversibles que permiten evaluar, ajustar y replicar. Su éxito depende tanto de la precisión técnica como de la coordinación entre administraciones, técnicos y ciudadanía. La arquitectura, en este contexto, se convierte en mediadora de procesos, facilitando la conexión entre la escala de planificación y la de ejecución.

El auge de esta metodología señala un cambio estructural en la gestión urbana española. Mientras proyectos como Madrid 2050 establecen el marco analítico y los objetivos de sostenibilidad y calidad urbana, las intervenciones tácticas ofrecen los instrumentos para implementarlos de manera ágil y verificable. Ambas escalas —la estratégica y la intermedia— son complementarias y necesarias: una define la dirección, la otra pone en práctica sus principios sobre el terreno.

 

Frente a la monumentalidad o la obra definitiva, este tipo de operaciones se articulan como prototipos urbanos: intervenciones reversibles que permiten evaluar, ajustar y replicar

 

Pensar la ciudad desde esta doble lógica permite pasar de la planificación a la acción sin perder rigor técnico. La escala intermedia dota de contenido a la estrategia, aportando datos, aprendizajes y evidencias que pueden retroalimentar la toma de decisiones. En definitiva, representa una nueva forma de gobernanza urbana: más flexible, más experimental y más colaborativa, donde la infraestructura no solo se construye, sino que se gestiona, se adapta y se cuida.

Tanto Trenza Urbana como el Eje Consell de Cent demuestran que, en la transformación urbana del siglo XXI, los grandes cambios comienzan con decisiones pequeñas, medibles y compartidas. Esa es la verdadera dimensión de la táctica: una manera de construir ciudad desde la evidencia, la proximidad y la eficiencia.

En última instancia, la adopción de esta mirada intermedia redefine la noción misma de infraestructura. La ciudad ya no puede entenderse solo como una suma de obras físicas, sino como un sistema vivo de relaciones, procesos y cuidados. El valor de la táctica urbana reside precisamente en su capacidad para integrar la gestión, la técnica y la participación en un mismo marco operativo. Actuar en esta escala significa reconocer que la transformación no depende únicamente del tamaño o del presupuesto, sino del conocimiento acumulado, la coordinación institucional y la voluntad de mantener abiertos los procesos. Las ciudades que aprendan a operar así —desde la evidencia, la flexibilidad y la corresponsabilidad— serán también las que mejor sepan afrontar los retos de un futuro urbano sostenible y equitativo.

 

Tanto Trenza Urbana como el Eje Consell de Cent demuestran que, en la transformación urbana del siglo XXI, los grandes cambios comienzan con decisiones pequeñas, medibles y compartidas

 

El reto del mantenimiento

El reto, sin embargo, no se limita a ejecutar proyectos, sino a mantenerlos vivos en el tiempo. Las actuaciones tácticas y de escala intermedia funcionan como mecanismos de aprendizaje colectivo, pero requieren continuidad institucional y recursos de gestión para consolidar sus efectos. La experiencia demuestra que la transformación del espacio público no termina con la obra, sino que comienza con ella: conservar, medir y adaptar son hoy tareas inseparables del diseño. Esta nueva cultura de la gestión exige indicadores claros, sistemas de seguimiento y coordinación entre las distintas administraciones implicadas.

Las herramientas digitales y los sistemas de información geográfica facilitan este proceso, permitiendo monitorizar variables urbanas en tiempo real: movilidad, temperatura superficial, accesibilidad o satisfacción ciudadana. Incorporar estos datos al ciclo de proyecto permite ajustar las decisiones con base en evidencia, fortaleciendo la eficacia de las políticas urbanas. En este sentido, el trabajo desarrollado en el marco de Madrid 2050 apunta a un modelo de gobernanza donde la planificación estratégica se apoya en datos abiertos y en la colaboración entre agentes públicos y privados.

 

El reto no se limita a ejecutar proyectos, sino a mantenerlos vivos en el tiempo. Las actuaciones tácticas y de escala intermedia requieren continuidad institucional y recursos de gestión para consolidar sus efectos

 

La consolidación de este modelo también plantea una oportunidad para redefinir la noción de infraestructura urbana. Las ciudades del siglo XXI necesitan infraestructuras más flexibles, reversibles y sostenibles: redes verdes, de sombra o de gestión del agua, que aporten resiliencia y confort sin grandes inversiones. Frente a la infraestructura dura —el pavimento, la red viaria o las canalizaciones— se abre paso una infraestructura blanda compuesta por vegetación, mobiliario, materiales reciclables y soluciones modulares. Estas estructuras ligeras son capaces de adaptarse a las necesidades cambiantes del entorno y de la población, extendiendo la vida útil de las intervenciones y reduciendo su huella ambiental.

En paralelo, las nuevas políticas europeas, desde la Agenda Urbana Española 2030 hasta la Nueva Bauhaus Europea, han reforzado la importancia de este enfoque. Ambas promueven una mirada transversal que combina innovación técnica, inclusión social y sostenibilidad ambiental. Las intervenciones tácticas se alinean con estos objetivos, no solo porque optimizan los recursos, sino porque introducen una dimensión experimental en la gestión urbana. Cada calle reordenada o espacio renaturalizado se convierte en un ensayo sobre cómo habitar de manera más eficiente y equitativa.

El papel de los profesionales también evoluciona en este contexto. El arquitecto deja de ser únicamente proyectista para convertirse en coordinador de procesos complejos, capaz de integrar disciplinas, escuchar a la ciudadanía y traducir la estrategia en soluciones concretas. La técnica adquiere un valor social, y la arquitectura se consolida como herramienta de gestión urbana. Las universidades y colegios profesionales tienen aquí un papel esencial: formar a técnicos que comprendan la escala intermedia no como un espacio menor, sino como un campo clave para la transformación sostenible de las ciudades.

Por último, estas experiencias revelan que la transformación urbana no depende solo del diseño, sino de la continuidad. Sin mantenimiento, sin evaluación y sin una estructura de gestión estable, incluso las intervenciones más acertadas pierden eficacia. 

La cultura de la mejora continua, aplicada al espacio público, permite que cada proyecto aporte conocimiento al siguiente. Las ciudades que adopten esta dinámica de ensayo, medición y ajuste constante estarán mejor preparadas para anticipar los cambios y garantizar entornos urbanos más saludables, inclusivos y resilientes.

El futuro de la transformación urbana no dependerá solo de la cantidad de recursos disponibles, sino de la inteligencia con que se gestionen. La escala intermedia ofrece un terreno común donde la estrategia y la ejecución pueden encontrarse: un lugar de cooperación entre administraciones, técnicos y ciudadanía. 

 

El futuro de la transformación urbana no dependerá solo de la cantidad de recursos disponibles, sino de la inteligencia con que se gestionen

 

En este nivel se materializan las políticas de sostenibilidad, habitabilidad y movilidad en acciones concretas, visibles y evaluables. Consolidar este enfoque significa asumir que las ciudades no se transforman de una vez, sino a través de una suma continua de decisiones ajustadas y responsables. La eficacia de lo urbano reside, al fin y al cabo, en esa capacidad de aprender, adaptar y mejorar cada proyecto como parte de un proceso compartido.

 


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