El concepto de “smart city” (ciudad inteligente) surge como una evolución de la “ciudad digitalizada” que se acuñó en la primera década de este siglo.
Como se trata de un concepto nuevo, su significado está en permanente estado de evolución. Si originalmente se asociaba al uso de la tecnologías de la información, hoy en día esta asociación inicial exclusivamente relacionada con las TIC es insuficiente.
El urbanismo es una ciencia siempre permeable al resto de disciplinas artísticas, culturales y sociales por la incidencia que tiene en la calidad de vida de las personas.
Consecuencia de esta capacidad de absorber, metabolizar y aplicar al diseño urbanístico lo que otras ciencias y avances aportan a los arquitectos es la asimilación de la evolución del propio concepto de “inteligencia” en el ámbito de la psicología.
Hace unos años ser inteligente era –simplificando– sinónimo de poseer una gran capacidad de aprendizaje y un talento especial para poner en práctica los conocimientos adquiridos con brillantez. Se hablaba de inteligencia matemática, artística, musical, lingüística…
Pero ya no es suficiente. Ahora también se engloban dentro de la definición de inteligencia otras características como la empatía o la gestión de emociones.
Algo que los arquitectos urbanistas han sabido recoger y adaptar al significado de “ciudad inteligente”, que es un concepto holístico (como las personas) y no exclusivamente tecnológico.
Así, entendemos por “smart cities” aquellos espacios habitables por un número de personas significativo que disfrutan de unas instalaciones tecnológicas de primera calidad, una organización política participativa, cohesión social, opciones de ocio educativo y saludable y, por supuesto, sostenible medioambientalmente. De cada uno de estos vastos conceptos colgarían otros muchos que se traducen, por ejemplo, en servicios públicos y privados. Creemos que no es necesario ser exhaustivos en este punto, pues hemos de fijarnos en los conceptos principales.
Evidentemente estamos hablando de una supraestructura muy compleja –la ciudad inteligente– formada por subestructuras que, a su vez, se dividen hasta donde es necesario para llegar al ciudadano.
Pero hay algo muy importante: cada una de estas estructuras debe compartir con la supraestructura ciudad inteligente los mismos valores o exigencias que hemos mencionado: tecnología, participación, socialización, educación, ocio, salud y sostenibilidad.
La aportación de VORTEX a la ciudad inteligente
Desde su modesta aportación a mejorar el entorno urbano con la fabricación de parques de agua sin profundidad, en VORTEX están muy comprometidos con el objetivo de alcanzar la materialización de ciudades inteligentes.
Y aportan su granito de arena respondiendo a los valores de las “smart cities”:
En definitiva, a VORTEX le gustan las “smart cities” o ciudades inteligentes y trabajan para formar parte de ellas desde su modesto, pero creemos que importante, papel.
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