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Infraestructura verde


Barcelona y Utrecht transforman sus patios escolares en refugios climáticos y espacios de aprendizaje verde

Un estudio con participación del CREAF analiza cómo ambas ciudades aplican modelos de renaturalización urbana en las escuelas para adaptarse al cambio climático y mejorar el bienestar infantil

Barcelona y Utrecht transforman sus patios escolares en refugios climáticos y espacios de aprendizaje verde
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CREAF


06/10/2025

Los patios escolares se están convirtiendo en auténticos laboratorios de adaptación climática. Un estudio publicado en la revista European Planning Studies, con participación del CREAF y liderado por Clara Jeanroy (Universidad de Ámsterdam) y Arjen Buijs (Universidad de Wageningen), analiza cómo Barcelona y Utrecht han impulsado la renaturalización de los espacios de recreo para hacerlos más verdes, inclusivos y educativos.

El trabajo concluye que la financiación pública resulta esencial para garantizar la equidad entre barrios, y que la co-creación con el alumnado es clave para diseñar patios que respondan a sus necesidades y fomenten la conexión con la naturaleza.

 

De patios asfaltados a refugios verdes

En el patio de la Escola Cervantes, en el barrio de Ciutat Vella (Barcelona), el asfalto ha dado paso a árboles, vegetación, puntos de agua y zonas de juego natural. Es una de las más de treinta escuelas que han transformado su entorno gracias a programas municipales como Refugis Climàtics o Transformem els patis.

 

“Los patios son de los pocos espacios pensados exclusivamente para la infancia, pero se han quedado obsoletos para las condiciones climáticas actuales y los nuevos retos educativos”, explica Corina Basnou, investigadora del CREAF y coautora del estudio.

 

Las soluciones aplicadas incluyen suelos permeables para reducir el efecto isla de calor y facilitar la infiltración del agua de lluviahuertos escolares convertidos en aulas al aire libre, y zonas de juego naturales con troncos o arena que estimulan la creatividad y el contacto directo con la naturaleza.

 

Tiny Forests y patios abiertos a la comunidad

El estudio también recoge el caso de Utrecht, donde se han creado bosques en miniatura o “Tiny Forests”, pequeñas áreas con alta densidad de árboles y arbustos que proporcionan sombra, mejoran la calidad del aire y sirven de hábitat para aves e insectos.

Además, muchas escuelas han abierto sus patios al vecindario fuera del horario escolar, convirtiéndolos en refugios climáticos comunitarios que benefician a toda la población.

 

“Reducir el asfalto, plantar vegetación y ofrecer espacios compartidos no solo mejora la adaptación al clima, sino también la cohesión social”, apunta Basnou.

 

Financiación pública y equidad territorial

Uno de los ejes centrales del estudio es el modelo de financiación. En Utrecht, las transformaciones se financian mediante subvenciones locales, ONG y comunidades escolares, que diseñan y mantienen sus propios patios. Este modelo fomenta la participación activa y la innovación social, aunque depende del nivel de recursos de cada comunidad.

Por su parte, Barcelona apuesta por la financiación pública, priorizando las escuelas con menor acceso a zonas verdes para reducir desigualdades. “La parte negativa es que el proceso es más jerárquico, pero asegura la justicia ambiental y social en el reparto de inversiones”, explica el equipo investigador.

 

La voz del alumnado y la inclusión

Ambas ciudades han implicado al alumnado en el diseño de los patios, aunque de formas diferentes. En Barcelona, los niños y niñas han expresado sus ideas mediante juegos y murales participativos, pero la implementación final recae en técnicos municipales.

 

En Utrecht, en cambio, el proceso es más descentralizado y participativo, con el alumnado involucrado durante todas las fases. “Esto les ayuda a asumir la responsabilidad del espacio y cuidarlo activamente”, señala Basnou.

 

El estudio también destaca la importancia de atender la diversidad funcional y adaptar los espacios a las necesidades de todos los niños y niñas. “La disposición de los elementos puede influir, por ejemplo, en cómo una niña con autismo se relaciona con sus compañeros”, añade la experta.

 

Dos modelos complementarios hacia ciudades más humanas

“Barcelona podría aprender del modelo participativo de Utrecht, mientras que Utrecht podría incorporar el enfoque de financiación pública que promueve la equidad”, resume Arjen Buijs, coautor del estudio.

En ambos casos, el objetivo es común: crear ciudades más habitables, saludables y pensadas para la infancia. “Una ciudad que funciona para los niños funciona para todo el mundo”, concluye Basnou, que subraya la necesidad de involucrar a escuelas, pediatras, biólogos y urbanistas en la planificación de estos espacios.


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